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event 5 Dic, 2019

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Territorio de Magia
Luisa Olivares Bermúdez - estudiante de Arquitectura.
Me he sentido perdida cuando el atardecer se entorpece por edificios altos y contrastes amargos,
me he ilusionado con noticias efímeras y encuentros casuales
y he sido desde esto, miles de cosas:
He sido la noche que arrulla viajes con regreso indefinido,
he sido la candela que se acumuló frente a la Utopía
para arder en la mañana frente a tus ojitos mañaneros,
soy la nube que viajó hasta el llano para ver correr sus aguas
y quien te unió a desconocidos para repartir sueños a kilómetros de casa.
Soy quién perdió el reflejo en las corrientes del río Meta
y quién también renació en un atardecer colorado en el que cantaban los locales,
soy la muerte que se coló en la mañana para hacerte viajar en lancha,
pero también soy el niño, que se acuclilla frente a ti para cuidar la punta de tus pies,
soy el perro que descansa en calma cuando afuera arde el caos,
y soy la moto que frenó en seco tu alegría
junto al colegio que te cargo de sueños entre debates y sonrisas.
Fui quien te tomó la mano para cruzar sin miedo un puente que volaba escurridizo sobre el río,
soy la niña inquieta que le puso nombre al caimán Arturo
y quien también se convenció de que más allá no brillan solo estrellas.
Fui la pintura que bailó entre los dedos de tus pies cuando dejaste la timidez a un lado.
Fui una pequeña canoa llena de colores que navega en Orocué,
fui la maquinita que recolectaba historias alrededor del mundo
y también fui la gota que recorrió tu mejilla mientras hablabas de mi gente.
Pero no solo yo, fuimos juntos todo esto y más en nueve días,
fuimos un mar dulce que se topó con realidades distintas,
fuimos la llanura arrullada por una bandola bajo el descanso de media tarde.
Fuimos sintiéndonos todo y entre lotes a la orilla del río, entendimos que solo éramos una pequeña parte del mundo que intentaba evadir ambas realidades, unas vulnerables y otras de caos que nos querían sin espera en la capital. Fuimos tanto y nos devolvimos siendo nada que dimos vuelta de regreso con la mochila que apenas y cargaba un corazón lleno de nostalgia, de alegría, y de amor.
Nos fuimos con la promesa de volver,
a un lugar, donde por irreal que parezca
era el escondite de almas llenas de magia,
de personas chiquiticas que le cantaban sus sueños al río que los vio nacer.
La promesa de volver a un lugar pintado de amarillo,
a recordar el aroma de la arena mojada en la isla del río,
rodeado por alitas verdes y las sonrisas que corren descalzas llenas de amor
al ver por primera vez a unos tímidos turistas.