En la historia colombiana el hablar del campo y de la población campesina se ha visto casi exclusivamente desde dos perspectivas: la primera establece solo estudios de desarrollo socioeconómico del sector agrícola y los análisis que se han hecho sobre los efectos del conflicto armado interno; y la segunda, la violencia política en las áreas rurales colombianas, no obstante, existe otro tipo de estudio que demuestra las grandes dificultades por las que atraviesa esta población y es el enfocarse en las grandes brechas y desigualdades que existen aún en el área de la “Educación”.
Profundizar en la educación ha sido un tema que lamentablemente ha tenido dificultades para consolidarse dentro del discurso del desarrollo porque los programas y modelos diseñados para la población rural en específico para los adultos mayores han quedado en el olvido o peor aún, no se han diseñado.
En consecuencia, de lo anterior se ha sumado la falsa creencia de que lo urbano se percibe como la población civilizada que merece educación, mientras que la rural debería considerarse como lo opuesto. Dicho de otra manera, la educación en pleno siglo XXI sigue considerándose como un privilegio y no como un derecho.
Ahora bien, si tenemos en cuenta que un gran porcentaje de la población campesina son adultos mayores y que su inclusión dentro de nuevos programas de educación es mínima es una de las cuestiones por las que el país debería alarmarse y que por el contrario no lo esta haciendo, con esto no se quiere decir que le quitemos importancia a los miles de niños y niñas del campo que necesitan mejores condiciones, mejores clases y mejores docentes preparados, sino que la implementación de programas para los abuelos, abuelas, mamas y papas de estos niños, no se pueden dejar en el olvido.
Finalmente, los problemas que tiene el sector rural colombiano se deben en su gran mayoría por una falta de calidad y de pertinencia en el sector educativo, lo que conlleva a más problemáticas como lo son: índices de pobreza más altos, una creciente tasa de desempleo que solo ocasiona más violencia dentro de las zonas, es a partir de esto, que exigimos como ciudadanos que dentro de la agenda del Gobierno no puedan ni deban descuidarse los programas que eduquen en su totalidad a la población campesina, y en esto constituye el verdadero reto que tiene el país para pagar la deuda educativa en el campo.
Laura Nayely Rojas Beltrán
Estudiante de Economía de la Universidad de La Salle