La contaminación por metales pesados en fuentes de agua representa una amenaza para la salud humana y el equilibrio ambiental, vinculándose a enfermedades cardiovasculares, neurológicas y cáncer. Además, afecta gravemente la biodiversidad y los ecosistemas acuáticos.
Los métodos tradicionales de remoción de metales, generalmente de tipo físico y químico, suelen ser costosos y generan residuos secundarios. En este contexto, las plantas oleaginosas emergen como una alternativa económica y ecológica para el tratamiento de aguas contaminadas.
Un equipo de investigación de la Universidad de La Salle, conformado por Angela Otálvaro, Tatiana Jiménez y Carlos Peña, desarrolló el proyecto “Uso de biomasa de cultivos oleaginosos para el tratamiento de metales pesados en el agua”.
Esta iniciativa surgió de la investigación sobre el aprovechamiento de residuos del cultivo de Sacha Inchi, planta oleaginosa empleada para la producción de aceites, y cómo estos residuos podrían reutilizarse en la remoción de contaminantes en el agua.
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“Las especies más estudiadas fueron el girasol y la moringa; el girasol, presenta una biomasa con alta capacidad de adsorción gracias a sus componentes de celulosa y lignina (...) La moringa demostró efectividad en la eliminación de metales debido a su estructura lignocelulósica, y ambas especies mostraron alta eficiencia de remoción en metales como plomo y cadmio”, explica Angela Otálvaro, profesora del programa de Ingeniería Química de la Universidad de La Salle.
La investigación utilizó dos técnicas clave para el tratamiento del agua con biomasa procesada: la fitorremediación y la bioadsorción. En la fitorremediación, las plantas absorben metales pesados a través de sus raíces, reteniéndolos en sus tejidos. Sin embargo, esta técnica en el proyecto no se aplicó con plantas vivas.
Por otro lado, la bioadsorción consiste en someter la biomasa a tratamientos físicos y químicos que activan grupos funcionales en sus componentes, potenciando su capacidad para adherir y retener metales pesados de manera más efectiva.
La profesora Otálvaro destaca que tras analizar factores como pH, temperatura, tiempo de contacto y dosis del absorbente, los residuos de girasol y moringa resultaron ser efectivos en la remoción de metales cuando se procesan adecuadamente.
Uno de los desafíos del proyecto ha sido adaptar los residuos de Sacha Inchi y definir protocolos que optimicen su eficacia en la remoción de contaminantes específicos, como los fosfatos.
Este enfoque innovador sugiere que el uso de biomasa de cultivos oleaginosos no solo ofrece una solución viable para descontaminar aguas, sino que también aprovecha los residuos agrícolas, contribuyendo a la sostenibilidad.
La profesora Otálvaro considera que, en un futuro, con mayor madurez técnica, estos métodos podrían aplicarse en zonas industriales, siempre que se adapten a las características específicas de cada contaminante y fuente de agua.
Este proyecto representa un avance hacia soluciones sostenibles en el tratamiento de aguas contaminadas y abre la puerta a nuevas posibilidades para la gestión de residuos agrícolas en favor del medio ambiente.